¿Quién puede resistirse ya a las ventajas de la cámara digital? Yo sigo haciendo el blanco y negro con película, pero cada vez menos. El caso es que después de mucho tiempo la semana pasada volví a encerrarme en el cuarto oscuro para revelar mis negativos...
Seguí la vieja rutina, me sumergí en la oscuridad para cargar el tanque con los films, los revelé, paré, y fijé con los corespondientes químicos... todo sin novedad. Lavé y colgué las tiras de negativos normalmente, pero cual fue mi sorpresa cuando, ávido como siempre por ver el resultado, en uno de los carretes descubrí imágenes invertidas de lugares en los que nunca he estado, personas a las que no he visto en mi vida, ¡fotos que no podía haber hecho yo!
Suelo revelar a última hora para que los negativos puedan secarse al aire toda la noche sin estorbar, así que me acosté dándole vueltas en la cabeza al que para entonces era ya el enigma de las fotos fantasma: ¿habría olvidado que alguien me había dejado un carrete para que yo se lo revelara o guardara? ¿O habría quizás prestado mi cámara a alguien? ¿Se trataba en realidad de una especie de psicofonía en versión fotoquímica? Descartada esta última opción por demasiado sobrenatural, y porque no creo en más fantasmas que los que se me aparecen cada fín de semana con sus rugientes coches y motos por estas benditas carreteras valencianas, me dormí buscando una explicación racional al enigma.
Al día siguiente y tras el café matinal me puse a atar cabos, de tal manera que en seguida tenía un nudo super gordo que no me ayudó en nada, así que lo añadí a mi colección de nudos marineros irrepetibles. El caso es que la solución vino a mi cabeza poco después, inesperadamente, y en la forma de sólo cuatro letras: E B A Y
Todo estaba ya claro para mí: el carrete misterioso me llegó sin duda junto a otros 21 Kodak TMAX 100 desde Portugal en 2006. En teoría todos eran nuevos, claro, procedentes de uno de tantos fotógrafos que había decidido pasarse a digital y que los puso a la venta en eBay. No me fijé entonces, pero uno de estos carretes tenía la lengueta de película dentro de la carcasa, y para cuando me di cuenta supuse que se habría metido solita de alguna manera... Por suerte no la saqué y no lo usé, pues este fotógrafo portugués ya lo había usado y seguramente en un despiste lo había puesto con el resto de sus carretes sin usar... El caso es que luego el destino quiso que este carrete se me mudara a mí no sé cómo del frigo de los que esperan uso al armario de los que esperan revelado, y pasó lo que pasó. Ahora sólo me queda localizar al autor para darle una sorpresa y devolverle sus fotos perdidas.
martes, 22 de enero de 2008
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